lunes, 13 de febrero de 2012

Nader y Simin



No soy nada experta en cine. Es un arte que me doy el gusto de disfrutar libremente, el solo hecho de ir a una sala de cine -en un teatro, en un centro comercial- es un ritual que me causa sumo placer; tanto así que casi no me importa que la película sea mala. Me considero una fanática del séptimo arte. Y quiero compartir las experiencias que me brinda. Comenzaré con esta maravillosa obra cinematográfica llamada Nader y Simin: una separación.


La primera vez que escuché nombrar esta película, fue en los premios Globo de Oro, donde fue galardonada como mejor film de lengua extranjera. En principio, me entusiasmó que fuera una película iraní, pues yo me había llevado una grata sorpresa con la película animada Persépolis, que me conmovió de manera especial. Sin embargo, cuando decidí ir a verla, no fui con ninguna expectativa, ni siquiera busqué el tráiler, ni ninguna reseña que me diera luces de lo que iba a presenciar. Por suerte, me encontré con una película de excelente calidad, muy bien dirigida y con unas actuaciones memorables.

El argumento es sencillo. Una pareja decide separarse, lo que trae como consecuencia una serie de eventos desafortunados que llevará a los personajes a experimentar profundas emociones. Los espectadores ante esta pieza cinematográfica, son dirigidos con facilidad al seguimiento de esa cadena de acontecimientos inminentes. Y, simultáneamente, son llevados a adoptar el papel de jueces. Lo retador es que se trata de un juicio sin culpables, sin condenas. Durante el transcurso de la película, dos familias se involucran, cada una con su realidad penosa; acaso destinadas a perjudicarse. Ambas marcadas por la separación, la necesidad; atrapadas, presas de sus desacertadas decisiones.

Es una película altamente dialogada. Incluso hasta en los silencios, las miradas dialogan. Sin embargo, se sienten tan naturales, tan cercanos, tan cotidianos que no molestan, ni mucho menos aburren. En mi opinión, las mejores películas son las que logran sumergirme en su realidad cinematográfica de manera natural, aquella que me hace galopar a su ritmo, sorprenderme con sus acertijos. Nader y Simin: una separación causó en mí ese efecto, con contundencia.

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